En Nueva Acrópolis Sabadell, se han realizado dos conferencias cuya temática era Egipto eterno. En la primera se habló sobre los faraones y en la segunda sobre la vida cotidiana, ambas realizadas por profesores de la escuela de filosofía de Sabadell.
Egipto, cuna de una de las civilizaciones más influyentes, longevas y misteriosas de la historia, una tierra bañada por el río Nilo, con majestuosos faraones que eran considerados descendientes directos de los dioses. Estos reyes no sólo gobernaban, sino que también eran unas figuras sagradas responsables de mantener el orden y la justicia, lo que para ellos era Maat. Nos dejaron un gran legado de monumentos, templos y leyes que aún hoy en día nos siguen maravillando.
Durante miles de años, Egipto estuvo en la cima de la civilización. Faraón tras faraón, dinastía tras dinastía, fueron grandes ejemplos de justicia, armonía y orden. Ética y moral estaban muy enraizadas en sus almas, y siguiendo el ejemplo del faraón, con sus vidas entregadas a los demás. La mayoría del pueblo egipcio estaba compuesto por campesinos, artesanos, comerciantes y escribas. La vida cotidiana era dura, pero también organizada y espiritual.
Tierra de Kem o Kemet, el nombre que los antiguos egipcios dieron a su país y que literalmente significa “la tierra negra”, en referencia al suelo fértil y oscuro que quedaba tras las crecidas del río Nilo, en contraste con el desierto al que llamaban Deshret, la tierra roja.
Así pues, veamos a Egipto no solo como una tierra de faraones y momias. Veámosla como una civilización que pudo prosperar durante milenios. ¿Y cuál fue su secreto? Una gran organización, sus creencias y su conexión con la naturaleza profunda de las cosas.
Aún hoy en día, mantienen su legado vivo recordándonos que hasta en el polvo del desierto se pueden encontrar las huellas de la eternidad.