¿Qué entendemos por justicia y bien común?
¿Es paz? ¿Es libertad? ¿Es bienestar? ¿Es autorrealización personal?
Desde la Antigüedad, es un tema que se ha tratado a conciencia. Por ejemplo, en el s. VII a. C., Confucio ya nos hablaba de la justicia. Y en la antigua Grecia, Platón, que era discípulo de Sócrates y el que puso por escrito sus palabras, nos ha dejado la República, un diálogo socrático escrito hacia el 375 a. C. que versa sobre la justicia, el orden y el carácter de la ciudad-Estado justa y del hombre justo. Es curioso que, originalmente, se le llamó Politeia, vocablo griego de donde deriva la palabra polis, que es ‘ciudad’, y que literalmente significa ‘régimen o gobierno de la polis’; en su forma latinizada sería Res Pública, que también significa lo mismo. Más tarde, se le llamó Acerca de la justicia, título acuñado por Trasilo, astrólogo del emperador Tiberio, y cierto es que con una discusión sobre la justicia empieza este tratado.
Según Polemarco, uno de los personajes del diálogo, la justicia era darle a cada uno lo que es suyo y decir siempre la verdad.
O como en la tragedia de Esquilo La Orestíada, una trilogía que se centra en cuestiones morales sobre un asesinato por venganza, el famoso ojo por ojo de la ley del talión, y que nos plantea las circunstancias de este asesinato, y sus difíciles elecciones y consecuencias para los personajes que en ella se representan. Dilemas éticos casi imposibles de resolver, como buena tragedia griega que se precie. Si conocéis la obra ya sabréis de qué estamos hablando.
Para Trasímaco, otro personaje del diálogo, lo justo, o sea, el cumplimiento de las leyes, era lo que más convenía y era útil al más fuerte, al más poderoso, una imposición de los gobernantes para su propia conveniencia, viniendo a decir que la justicia es el medio del que se vale el que manda sobre los que le obedecen para su propio provecho. Es por el debate que tuvo con Sócrates sobre la justicia por lo que le vino su fama sobre este tema, y que podemos leer y apreciar en el primer capítulo de la República de Platón.
Confucio nos decía que gobernar no es hacerlo a través del castigo; la justicia ha de traer armonía.
Y Aristóteles, discípulo de Platón y gran filósofo y científico griego del s.IV a. C., considerado junto a Platón el padre de la filosofía occidental, en su obra, la teleología de las cosas—la finalidad, que deriva de telos y que significa ‘sentido’, ‘objetivo’—- nos afirma que la justicia universal es la suma de las virtudes en las relaciones sociales, mientras que la justicia particular es una parte del total de las virtudes cuyo objetivo es la distribución de bienes, en proporción geométrica entre varias cosas o personas, y a la vez es transaccional si se aplica a una proporción aritmética. En su obra Ética Nicomáquea, nos define la justicia como un modo de ser por el que se está dispuesto a practicar lo que es justo, a obrar justamente y a querer lo justo. Lo justo entendido como lo que preserva la felicidad.
Remontándonos al s.XX de nuestra era, para el filósofo Nozick, que pertenecía a los libertarios capitalistas, sobre la libertad nos dice que uno no se puede aprovechar de la libertad de nadie y que el Estado no te ha de decir lo que tienes que hacer. El Estado lo que ha de hacer es velar por los contratos y que estos se cumplan. Que se han de evitar los robos y se ha de velar por la paz.
Según Kant, filósofo del s.XVIII d. C., él nos recomienda ser autónomos, no movernos por la recompensa sino por el deber, por lo que debemos hacer. Tener libertad de alma. Porque si nos dejamos llevar por nuestros deseos, entonces no somos libres. Ergo, busquemos el amparo de la “recta acción”.
Para Bentham, fundador de la filosofía del utilitarismo, nos dice que hay que maximizar los beneficios y la felicidad y el bien que conseguimos de ella.
Y nosotros nos preguntamos: ¿qué es lo que me da más felicidad? Porque sabemos lo que tenemos que hacer, pero… ¿cómo medir la felicidad?
Volviendo a Platón, él nos propone una idea, en el mito de la caverna, sobre lo que es la realidad de la naturaleza humana. Nos dice que somos habitantes de una caverna atados de cara a la pared (una pared que tiene una realidad, que habla y donde se ven sombras). El ideal es el prisionero que se libera de la caverna, lo que serían los hombres y mujeres de oro (las personas Ju de Confucio), que se liberan de prejuicios y ven por fin el sol (lo que sería salir de la caverna y ver lo que hay fuera).
¡Así conseguimos justicia, siendo justos con nosotros mismos! Porque para ser justo hace falta ser sabio, ser un hombre de oro.
¿Y cómo?, te preguntarás… Aquí, algunas propuestas:
Ir más allá de los intereses personales y reconociendo que la libertad es necesaria; aplicar la teleología, que es el estudio de las causas finales; no dejarse arrastrar por los deseos; defender el derecho a la igualdad, que es una dignidad por derecho propio, y salir de los personalismos y con esfuerzo.
¡Qué sabios consejos y que difíciles a la vez de conseguir!
Y así terminó esta brillante conferencia sobre la justicia en la sede de Sabadell, con una magnífica exposición por parte del profesor Jordi Cosp, ingeniero y filósofo en Nueva Acrópolis Sabadell.